Que pasa transpuestos.
Acabo de volver de Praga y, tras haber dormido unas pocas horas, me he pasado por la Piñata para ver las novedades que se habían terciado durante mi viaje. Me he alegrado al ver más entradas de las que esperaba pero parece haber un error de estructuración que creo, mejorará enseguida.
Y al grano. Pues Praga está de PM, son geniales sus calles de lo viejo, su historia y su arte, las leyendas que mantienen vivas a las, a simple vista, más insignificantes piedras, que le da a la ciudad una energía y una vitalidad que se siente en cualquier frío y nevado rincón que te puedas encontrar. Sus góticos castillos, sus bohémicas callejuelas, sus "a-veces-no-tan-amables" habitantes, su vino caliente, sus metros y tranvías, su Gulash, sus músicos callejeros, su canela, sus casetas de comida típica, sus cuestas y escaleras, sus marionetas, sus cabarets y flyers, sus cervezas a medio euro, sus coronas checas (o Klaf Calach), sus reloj astronómico, sus espumosos cafés, sus golems y rabinos, sus clubes de jazz, sus Franzs y sus Kafkas, sus tejados para persecuciones, sus puentes sobre el Moldava y otro tanto de cosas súmamente increíbles y a la vez tan cercanas y familiares componen una ciudad asombrosa y que es, bajo todos los puntos de vista, absolutamente recomendable.
Creo que lo único malo que puedo decir sobre el viaje es que no haya podido estar más tiempo allí porque hasta el frío era agradable cuando veías nevar como en un cuento. Aunque si es verdad que las amigas acabaron hasta los webs de la canela que ponían hasta en el vino y es que por lo visto tienen que tener reservas mil. Pero ¡qué churros "espiralizados" nos vendían, mmmm!
No puedo más decir que: Id, mola a saco.
1 comentario:
La verdad, una ciudad preciosa.
Me ha dado mucha pena dejarla, pero weno, pronto buscaremos alguna excusa y a pirarse a algún lado. Y si no, pos a Bruselas!
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