Crónica de un miembro de mesa electoral

Hola, hola. Sigo pensando que hace no tanto tiempo que escribí pero bueno. Quizá sea el ajetreo diario y que me vuelve más loco y más viejo a cada instante el hecho de que no pueda escribir más a menudo.

Claro. Este domingo me tocó estar más de 11 horas con el culo cuadrado sentado en una silla de niño de parbulitos frente a un par de urnas viendo a la gente venir, presentar su DNI, y votar para unas elecciones generales que a mí, y creo que hablo por todos aquellos que estuvieron en mi misma situación, me mostraron como podía ser "El Infierno de lo Aburrido".

Y es que si no llega a ser por mi facilidad por encontrar parecidos razonables con actores y famosillos varios (aunque haya gente que diga que de razonables nada) y porque mis compañeros de mesa eran mínimamente decentes: véase un hematólogo padre de familia que, casualmente, estudió en la misma universidad en la que "vivo" yo, y un muchacho de bachiller que se dedica más que a estudiar, a mantenerse actualizado en el mundillo de las descargas de series semanales, o sea, como hago yo. Pues, eso, que si no me autodivierto un poco, muero allí ante el asombro del personal, unos porque tienen que recoger mis restos y otros porque tienen que repetir la votación de la mesa en un plazo de dos días útiles.

Pero, además de sufrir las repetitivas bromas de "¿Que vote? Bonig, boing" o "A ver si me toca..." e incluso "Que sea leve, je... je...", tuvimos que contar un montón de papeletas que, estoy completamente seguro, hicieron las del senado tan bastas y había que doblarlas tanto, solo para jodernos a nosotros. Total que, probablemente hubo algún voto de más y alguno de menos en algún partidillo sin importancia, pero antes de que nosotros terminásemos de contar ya había un ganador. Lo cual asegura la inutilidad del proceso.

En fin, que si alguna vez os toca, buscad a un médico que os haga un justificante, matad a algún familiar, dormid en el balcón hasta pillar una pulmonía (de las buenas, sino, dudo que sirva de algo) o cambiaros de identidad, fugaros del país y operaros la cara para que no os reconozcan. Porque, los 60 euros en dietas, no merecen la pena.