Bra'tac estuvo en... Viena

Desde el sábado hasta el lunes a mediodía tuve el placer de poder visitar Viena, la capital de Austria. Tras ello me pasé por Bratislava, pero eso es otra historia.

Viena es la ciudad más grande y centro político y cultural de Austria. Se encuentra a orillas del Danubio. Es una de las capitales más antiguas de Europa y gracias a ello rebosa cultura por todas sus esquinas. Pero si su cultura destaca por algo es por su pintura y su música.

Históricamente se puede decir que ha pasado por muchos baches a lo largo de su vida. Aunque se ha mantenido en pie, sus territorios han cambiado mucho, sus líderes y sus pensamientos políticos también. Un claro ejemplo es la historia concerniente al Imperio Español y el matrimonio entre Juana la Loca y Felipe de Habsburgo, que ampliaría el reinado. Por otro lado, después de muchos vaivenes, en la segunda guerra mundial, su papel de apoyo al nazismo le trajo quebraderos de cabeza y hasta algunos años después de acabar la guerra no pudo volver a ser un país independiente.

Sin embargo, ha crecido mucho desde entonces. Es considerada una de las ciudades más habitables del mundo, no solo por su orden, sino por su seguridad y entretenimiento. Es una ciudad bonita. Sus edificios históricos y sus monumentos hacen de ella un buen destino turístico.

Con solo 2 días (sin contar viajes y movidas) no se puede apreciar toda la ciudad, pero he podido disfrutar del Mueso de Historia Natural, con sus dinosaurios y su Venus de Willendorf, pequeña estatuilla que puede tener unos 23.000 años de antigüedad y que es una de las joyas de la arqueología. He visto cantar a los Niños Cantores del Tirol. He paseado por los jardines de los palacios. He comido sus salchichas austriacas (que no tienen nada que envidiar a las alemanas). He disfrutado de su música clásica con artistas tan reconocidos como Mozart o Strauss (no en persona). He disfrutado de su pintura en el Palacio de Bervedere, sobretodo de el gran atractivo de El Beso, de Gustav Klimt. De su cerveza, de sus cafés vieneses, de su escalope, de la buena temperatura, de la amabilidad de los austriacos, de el rollo albergue, de ser los únicos que cruzan los semáforos cuando están en rojo, de la Dom (o catedral), de sus helados...

En definitiva, poco tiempo para verlo todo, pero muy buen viaje. Si no habéis ido todavía, apuntadlo en vuestra agenda de "a donde ir próximamente".