País del este, fría y algo gris, Polonia es un lugar digno de visita. Con casi 2 millones de habitantes, habla polaca, formando parte de la Unión Europea y de la OTAN (entre otras cosas) y con los queridos Złotys (véase la L chunga) es un lugar donde se mezcla el pasado reciente con un resurgimiento de una cultura que dormía desde hace tiempo y que tiene mucho que aportar.
Los humanos han habitado las tierras de la actual Polonia durante los últimos quinientos mil años. Los pueblos eslavos pueblan este territorio desde hace 1500 años y la historia de Polonia como estado casi abarca un milenio. El territorio ocupado por Polonia ha variado enormemente durante su historia. En el siglo XVI, durante la Mancomunidad polaco-lituana, formaba al estado más grande de Europa, antes del crecimiento del Imperio Ruso. Más tarde no existió un estado polaco independiente. Polonia recupera su independencia en 1918, después de más de un siglo de gobierno por parte de sus vecinos, pero sus fronteras son alteradas nuevamente después de la Segunda Guerra Mundial.
Durante cinco días he estado visitando dos ciudades: Krakow y Wroclaw.
Krakow o Cracovia es una de las ciudades más grandes, antiguas e importantes de Polonia. Cracovia tradicionalmente ha sido uno de los centros científicos, culturales y artísticos del país. Durante gran parte de la historia polaca fue la capital del país. Por eso, todavía es el corazón de Polonia para muchos polacos. Arquitectura renacentista, barroca y gótica, el Castillo Real, la Catedral Wawel, El difunto Papa, el guetto judío, el vozka (de sabores y diciendo algo así como ¡nasdrovia! [salud o chin-chin] cada vez que se bebía)... Gracias a los contactos de los amigos podíamos tener un suelo acolchado para dormir. Desde allí se hizo una visita a Auschwitz, a 60 km de Cracovia. Creo que a todo el mundo le suena este nombre. Es indescriptible. Un ambiente cargado a tristeza, las triples verjas, las habitaciones hechas una porquería, kilos de zapatos, ropa, cepillos de dientes, maletas, pelo para coser... La pared de fusilamiento, los calabozos, las fotografías de los más de 1.500.000 muertos, las cámaras de gas, los dientes, los crematorios... No es nada lo que se ve en las películas y, desde luego, debió de ser un auténtico infierno para los que no tuvieron tanta suerte y no fueron matados nada más llegar. Cayó alguna lágrima.
Wroclaw o Breslavia es una ciudad algo más pequeña pero yo diría que más entrañable. Quizá algo más renovada (después de lo que fue la segunda guerra mundial para ellos), cuenta con una plaza central que se sale de lo bonita que es. Casitas cada una de su padre y de su madre, pintadas de colores, puestos navideños alegrando la ciudad y proporcionando un calor al espíritu que el cuerpo no tenía, la bonita catedral en una de las islas del Oder, el vino caliente y los roscos de pan insípido, la hermana de la novia de un amigo y su amiga que nos guiaron por los mejores sitios y, sin duda, lo que más me ha gustado: los gnomos. Pequeñas figuritas (es decir, a tamaño real) de risueños gnomos que están medio escondidos por la ciudad (apoyados en la pared, sentados sobre algún peldaño o agarrados a lo más alto de una farola) y que aparecieron de la noche a la mañana como una sorpresa para todos los habitantes de Wroclaw. Sin duda, una de las atracciones turísticas más demandadas en las tiendas de souvenirs junto con postales de la Catedral, de sus cientos de puentes, del Centenary Hall (donde Hitler dio una charla 3 semanas antes de declarar la guerra a Europa) y calles de frío y ensueño.
Sin duda, es un país que hay que ver, degustar y sentir. Un país con oportunidades, con cosas que aportar (además del frio) y con bonitas ciudades. La próxima vez habrá que visitar Varsovia y Gdansk.
Los humanos han habitado las tierras de la actual Polonia durante los últimos quinientos mil años. Los pueblos eslavos pueblan este territorio desde hace 1500 años y la historia de Polonia como estado casi abarca un milenio. El territorio ocupado por Polonia ha variado enormemente durante su historia. En el siglo XVI, durante la Mancomunidad polaco-lituana, formaba al estado más grande de Europa, antes del crecimiento del Imperio Ruso. Más tarde no existió un estado polaco independiente. Polonia recupera su independencia en 1918, después de más de un siglo de gobierno por parte de sus vecinos, pero sus fronteras son alteradas nuevamente después de la Segunda Guerra Mundial.
Durante cinco días he estado visitando dos ciudades: Krakow y Wroclaw.
Krakow o Cracovia es una de las ciudades más grandes, antiguas e importantes de Polonia. Cracovia tradicionalmente ha sido uno de los centros científicos, culturales y artísticos del país. Durante gran parte de la historia polaca fue la capital del país. Por eso, todavía es el corazón de Polonia para muchos polacos. Arquitectura renacentista, barroca y gótica, el Castillo Real, la Catedral Wawel, El difunto Papa, el guetto judío, el vozka (de sabores y diciendo algo así como ¡nasdrovia! [salud o chin-chin] cada vez que se bebía)... Gracias a los contactos de los amigos podíamos tener un suelo acolchado para dormir. Desde allí se hizo una visita a Auschwitz, a 60 km de Cracovia. Creo que a todo el mundo le suena este nombre. Es indescriptible. Un ambiente cargado a tristeza, las triples verjas, las habitaciones hechas una porquería, kilos de zapatos, ropa, cepillos de dientes, maletas, pelo para coser... La pared de fusilamiento, los calabozos, las fotografías de los más de 1.500.000 muertos, las cámaras de gas, los dientes, los crematorios... No es nada lo que se ve en las películas y, desde luego, debió de ser un auténtico infierno para los que no tuvieron tanta suerte y no fueron matados nada más llegar. Cayó alguna lágrima.
Wroclaw o Breslavia es una ciudad algo más pequeña pero yo diría que más entrañable. Quizá algo más renovada (después de lo que fue la segunda guerra mundial para ellos), cuenta con una plaza central que se sale de lo bonita que es. Casitas cada una de su padre y de su madre, pintadas de colores, puestos navideños alegrando la ciudad y proporcionando un calor al espíritu que el cuerpo no tenía, la bonita catedral en una de las islas del Oder, el vino caliente y los roscos de pan insípido, la hermana de la novia de un amigo y su amiga que nos guiaron por los mejores sitios y, sin duda, lo que más me ha gustado: los gnomos. Pequeñas figuritas (es decir, a tamaño real) de risueños gnomos que están medio escondidos por la ciudad (apoyados en la pared, sentados sobre algún peldaño o agarrados a lo más alto de una farola) y que aparecieron de la noche a la mañana como una sorpresa para todos los habitantes de Wroclaw. Sin duda, una de las atracciones turísticas más demandadas en las tiendas de souvenirs junto con postales de la Catedral, de sus cientos de puentes, del Centenary Hall (donde Hitler dio una charla 3 semanas antes de declarar la guerra a Europa) y calles de frío y ensueño.
Sin duda, es un país que hay que ver, degustar y sentir. Un país con oportunidades, con cosas que aportar (además del frio) y con bonitas ciudades. La próxima vez habrá que visitar Varsovia y Gdansk.
5 comentarios:
Qué bonito. Ya me gustaría visitar tantos sitios en tan poco tiempo.
Estás aprovechando muy bien lo que el tío Erasmo te puede ofrecer.
jajaj; si; la verdad:
aver si escribo sobre alemania y holanda:
pd: el teclado chungo es el frances; fijate que nonos son!
Joe que nVidia sana... Alemania es uno de esos paises que quiero ver antes de pasar a Gantz.
En cuanto tengas tiempo relata de Alemania que ya tengo ganas de leerlo :D
Amenophis, Erasmo u Orgasmo?
el tío orgasmo? creo que la palmó ace tiempo, un problema de circulación
peeeeeeerrillo!!! te estas visitando todo el viejo continente y aprendiendo de historia lo q no quisiste aprender en clase jajajaj!
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